Mucho se habla del escándalo, de la destrucción de la propiedad pública y privada, del gasto material que generan las movilizaciones ciudadanas y el desorden que aparece en cada manifestación. Yo soy uno de esos cientos de miles que se ha manifestado en las calles cuando su trabajo y horarios se lo han permitido. No soy de aquellos que tiran piedras, soy de esos que levantan su puño gritando por mejores condiciones para mis hermanos chilenos porque, lo quiera o no, estos cambios no me beneficiarán a mí, pero no por eso debo ser egoísta y decir que no es mi lucha y que no me corresponde estar ahí en la calle.. Miles de personas en décadas pasadas han luchado y gritado por la libertad de los pueblos, levantando revoluciones con la fuerza de las ideas y sólo con sus gargantas.

Hoy, cuando esas ideas se han manifestado de muchas formas, buscando siempre la resolución de manera pacífica -con diálogo y sin obtener los resultados deseados, sólo consiguiendo más de lo mismo- es cuando valido el caos, porque a la larga las revoluciones tienen algo de violencia cuando el interlocutor se desentiende del tema de fondo. Eso para mí ya es violencia y este país la viene sufriendo hace más de 3 décadas.  Es vergonzoso ver que seguimos atados a una dictadura que se perpetuó para que nuestro querido y sufrido país viva según sus determinaciones y nosotros, los electores, no tenemos más que obedecer. Pero, ¿saben qué? nosotros somos los jefes, nos han hecho creer durante mucho tiempo lo contrario, y hoy tienen miedo que nos estemos dando cuenta que el que manda es el pueblo.

Quiero que seamos capaces de ver todo con una actitud crítica y que nos cuestionemos absolutamente todo. Lamentablemente, quienes nos gobiernan, han intentado hacer creer a la gente que esta es una lucha de la izquierda contra la derecha y eso es falso. Es el pueblo contra el sistema.

Nosotros hemos destruido sus calles, sus letreros, sus ventanales, pero ellos nos han venido destruyendo la moral, el amor propio hace años y lo estamos recién notando. Entonces, me pregunto… ¿A quién le paso la cuenta de todo aquello?

Fuerza, que esto recién comienza.