Estaba desocupado así que partí en búsqueda de algo que me ayudara a distraerme. Lo tenía tan claro, sin embargo no sabía dónde estaba eso que quería. Fue raro darme cuenta que todo tiene un precio.

Partiendo mi búsqueda, a los pocos metros quedé sin tiempo. Así que tuve que volver a comprar un poco más de tiempo. Además del tiempo ya consumido en la partida y el regreso para comprar más, gasté bastante.

Caminando con más tranquilidad, pude detenerme a observar lo que estaba a la orilla del camino, habían cosas hermosas, dignas de quedarse una vida entera observándolas. De repente sonó la alarma. Otra vez me quedé sin tiempo y tuve que volver por más. La inversión se hacía cada vez más costosa. Tuve que comprar demasiado, creí por un momento que no valía la pena gastar tanto para ir en búsqueda de lo que sea que necesitara.

Perdí la fe en el tiempo, perdí la fe en mí. Mejor dejo pasar el poco tiempo que me queda observando a los demás perder el propio. Puede que dejen un poco olvidado frente a mi puerta y me lo quede.

No tengo tiempo para seguir haciéndome el tiempo de malgastar mi tiempo. Menos el tuyo, menos el de cualquiera que esté alrededor mío. Está difícil esto de tener algo entre tus manos, porque se desvanece tan rápido que realmente me hace creer que somos un abrir y cerrar de ojos del universo entero.

El tiempo no es amigo de nadie, siempre se está alejando, zigzagueando entre nuestros cuerpos y si no se queda con nosotros es porque no somos seres interesantes para compartir.

Ya he perdido demasiado tiempo y no vale la pena hablar de él, que no tiene el más mínimo interés en cualquiera de nosotros.