El título no puede ser más claro.

Quién alguna vez en su vida no se planteó omitir lo que “dicta” el estómago para dejarse llevar por el más grande de los afrodisíacos?

Una vez nos juntamos y me contó cómo era todo, qué significaba venderte. Pero esa venta no la hacía rica, sólo se traducía en un montón de regalos carísimos pero de mal gusto acumulados en la pieza de visitas.

Por motivos obvios su identidad será protegida. A continuación su relato.

Por supuesto el afrodisíaco del dinero es el mayor de todos y aunque no es lo general, hay casos realmente notables y conocidos por mucha gente. Algunos se hacen los desentendidos para no manchar esa imagen de gente interesante que sólo habla de temas profundos.

Para aquellos y aquellas que anteponen el dinero para todo, déjenme decirles, se ven tan sexies en sus autos último modelo, con esa ropa comprada en el extranjero, que sus rostros y sus cuerpos malformados son omitidos. Les haría el amor apasionadamente como si fueran una obra de Dios hecha a mano, los tocaría con dulzura cada centímetro de su piel. Mi lengua va a recorrer cada rincón de tu cuerpo como si fuera el más exquisito manjar creado por el ser humano. Seré una bestia en la cama, en tú cama, en la cama del hotel más lujoso en Nueva York o París.

Por favor, no tienes que comprarme nada, no me regales nada. Esta pobreza no se resuelve con regalos porque mi carencia es de espíritu. Y no tiene precio, mi valor se reduce a menos que cero. Al menos me siento afortunado de desperdiciar mi belleza y juventud haciéndote sentir menos miserable.